Aquellas que se cuentan hace tiempo entre los fiordos navegables, y aquellas que nos hablan entre los canelos, coihues y mañíos. Esas historias tejidas por las manos de hombres y mujeres, con cantos de acordeones, violines, bombos y teteras que humean en cocinas que invitan a conversar, son respirables en un archipiélago que no ha estado inmune a las transformaciones, ya sean de tipo social, cultural y ambiental. Estas transformaciones de las que hablamos van construyendo nuevos imaginarios, que conviven y dialogan con esa memoria presente en cada uno de los territorios y comunidades de este archipiélago. Es sobre este lienzo que el conjunto de ilustradores e ilustradoras, interpretan y reinterpretan mensajes que recogen de su entorno, en conexión con la identidad artística de cada uno de ellos, la naturaleza, espiritualidad y la cosmovisión de este espacio compartido. La invitación es a conocerlos y conocerlas, descubrir en su obra ese relato que nos quieren contar, que es propio y único, que se dibuja de manera muy personal a través de las manos de cada uno de ellos y que navega de manera silenciosa al ritmo de la lluvia y del viento que nos hacen bailar en Chiloé.